Revista N°5. Mayo- Junio 2007
Por: Laura González
Desde Oveja Negra pensamos que es importante, para hablar de la educación pública, hacer alguna referencia a las elecciones para la renovación de autoridades (decanos de todas las facultades y rector) de nuestra universidad llevadas a cabo el pasado mes de Abril cuyos resultados, por supuesto, ya son de público conocimiento.
Cada nueva elección representa una amenaza a la “educación pública” porque a través de los discursos de las plataformas políticas (llenas de tópicos que, en realidad, nada dicen) empiezan a correr los fantasmas del arancel, de la adhesión a la CONEAU, etc.
Y esto se debe a que, pese a la tan mentada autonomía política de nuestro cogobierno universitario, sabemos que casi todos los candidatos responden a un partido político “de afuera” por lo que, en realidad, no sé hasta dónde podemos hablar de autonomía.
En estas elecciones sobraron las acusaciones entre los candidatos (la chicana, para decirlo en buen criollo) y faltaron los proyectos políticos (no las plataformas) sino las propuestas que pro-yecten futuras acciones (no tan futuras puesto que los mandatos no duran para siempre) para dar verdadera solución a los problemas que hoy atentan contra nuestra educación pública como el desconocimiento a la evaluación externa de la CONEAU enmarcada en políticas neoliberales, el rechazo a la Ley de Educación Superior y el inicio de un debate que nuclee a todos los miembros de la comunidad universitaria para proponer una nueva ley de Educación Superior al servicio de la universidad pública y no de las necesidades del mercado.
También, lamentablemente, brilló por su ausencia en el debate de los candidatos una propuesta acerca de la permanencia de los estudiantes en la universidad. Porque ingresar, ingresa el que quiere, pero ¿quiénes son los primeros estudiantes que abandonan la universidad? Creo que la respuesta es obvia: aquellos que vienen de la educación pública del nivel medio. Queda muy bien en una plataforma política hablar de la “excelencia académica” sobre todo cuando no se toman en consideración los problemas que tienen los estudiantes para permanecer en la universidad (además de los problemas económicos me refiero a las deficiencias educativas que se arrastran desde el secundario) y cuando no se proponen medios para solucionarlo como si la universidad no tuviera nada que ver con esta situación.
La participación estudiantil en las elecciones
La participación de los estudiantes en las elecciones se realiza de dos formas: con el voto directo (el sistema vigente es el del voto directo ponderado lo que significa que el valor de los votos depende de qué estamento vote, por ejemplo, el voto de un estudiante vale el 34% de lo que vale un voto “real”) y con la participación a través de sus representantes en los consejos Directivo y Superior. Respecto a lo primero, la situación es alarmante respecto a la poca cantidad de estudiantes que participan seriamente en las elecciones, es decir, que se interesan en conocer a los distintos candidatos y en sus propuestas (o en su falta de propuestas).
Con el tema de los representantes estudiantiles de los diferentes consejos el panorama no es mucho mejor porque (en Humanidades, por lo menos), sumado al desinterés de la mayoría de los estudiantes por todo lo relacionado a la política, un gran número de votos se realiza basado en las políticas clientelistas dirigidas por la actual conducción del CUEH (Franja Morada) y por agrupaciones, como el FUPH que responden al Justicialismo (cuyo crecimiento no concuerda con la inoperancia manifestada en sus gestiones).
Pero el desinterés en la política no es inocente. La universidad nos forma políticamente pasivos (a través de prejuicios hacia la militancia, de desinformación o -por qué no decirlo- de mentiras) haciéndonos creer que es suficiente que nuestros representantes tomen las decisiones de todos y a veces, en beneficio de unos pocos.
Con esto no estoy metiendo a todos nuestros políticos en la misma bolsa. Lo que estoy diciendo es que para saber quien es quien hay que acercarse y mirar las cosas un poquito más de cerca. Y esa es una deuda contraida no con los representantes sino con nuestra educación porque si nosotros no nos preocupamos..
Cada nueva elección representa una amenaza a la “educación pública” porque a través de los discursos de las plataformas políticas (llenas de tópicos que, en realidad, nada dicen) empiezan a correr los fantasmas del arancel, de la adhesión a la CONEAU, etc.
Y esto se debe a que, pese a la tan mentada autonomía política de nuestro cogobierno universitario, sabemos que casi todos los candidatos responden a un partido político “de afuera” por lo que, en realidad, no sé hasta dónde podemos hablar de autonomía.
En estas elecciones sobraron las acusaciones entre los candidatos (la chicana, para decirlo en buen criollo) y faltaron los proyectos políticos (no las plataformas) sino las propuestas que pro-yecten futuras acciones (no tan futuras puesto que los mandatos no duran para siempre) para dar verdadera solución a los problemas que hoy atentan contra nuestra educación pública como el desconocimiento a la evaluación externa de la CONEAU enmarcada en políticas neoliberales, el rechazo a la Ley de Educación Superior y el inicio de un debate que nuclee a todos los miembros de la comunidad universitaria para proponer una nueva ley de Educación Superior al servicio de la universidad pública y no de las necesidades del mercado.
También, lamentablemente, brilló por su ausencia en el debate de los candidatos una propuesta acerca de la permanencia de los estudiantes en la universidad. Porque ingresar, ingresa el que quiere, pero ¿quiénes son los primeros estudiantes que abandonan la universidad? Creo que la respuesta es obvia: aquellos que vienen de la educación pública del nivel medio. Queda muy bien en una plataforma política hablar de la “excelencia académica” sobre todo cuando no se toman en consideración los problemas que tienen los estudiantes para permanecer en la universidad (además de los problemas económicos me refiero a las deficiencias educativas que se arrastran desde el secundario) y cuando no se proponen medios para solucionarlo como si la universidad no tuviera nada que ver con esta situación.
La participación estudiantil en las elecciones
La participación de los estudiantes en las elecciones se realiza de dos formas: con el voto directo (el sistema vigente es el del voto directo ponderado lo que significa que el valor de los votos depende de qué estamento vote, por ejemplo, el voto de un estudiante vale el 34% de lo que vale un voto “real”) y con la participación a través de sus representantes en los consejos Directivo y Superior. Respecto a lo primero, la situación es alarmante respecto a la poca cantidad de estudiantes que participan seriamente en las elecciones, es decir, que se interesan en conocer a los distintos candidatos y en sus propuestas (o en su falta de propuestas).
Con el tema de los representantes estudiantiles de los diferentes consejos el panorama no es mucho mejor porque (en Humanidades, por lo menos), sumado al desinterés de la mayoría de los estudiantes por todo lo relacionado a la política, un gran número de votos se realiza basado en las políticas clientelistas dirigidas por la actual conducción del CUEH (Franja Morada) y por agrupaciones, como el FUPH que responden al Justicialismo (cuyo crecimiento no concuerda con la inoperancia manifestada en sus gestiones).
Pero el desinterés en la política no es inocente. La universidad nos forma políticamente pasivos (a través de prejuicios hacia la militancia, de desinformación o -por qué no decirlo- de mentiras) haciéndonos creer que es suficiente que nuestros representantes tomen las decisiones de todos y a veces, en beneficio de unos pocos.
Con esto no estoy metiendo a todos nuestros políticos en la misma bolsa. Lo que estoy diciendo es que para saber quien es quien hay que acercarse y mirar las cosas un poquito más de cerca. Y esa es una deuda contraida no con los representantes sino con nuestra educación porque si nosotros no nos preocupamos..
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