Revista N°7. Septiembre 2007
Selección: Julieta Choke
Ilustración: “Selling fast”
DEMOGRAFÍA
El padre se levantó de la mesa y murió.
La madre arrojó los restos y los suyos a la basura.
El hijo mayor caminó hacia su propia música.
El menor devoró las uvas que abandonaron los otros.
La vida empezaba en todo momento, desde cualquier conclusión,
rabiando, empujando, sabiendo
que la posibilidad infinita de la muerte
tiene que estrellarse contra la suya.
Así ocurre que el alimento de la estadística
guarda el orden del fuego y el estiércol:
la familia termina de comer, se condena
pero no tolera el enjuiciamiento; se abulta
rompe el útero a dentelladas y razones,
crece, estalla por debajo y encima de las tumbas;
de manera que toda violación es una discordancia casual
y además basta con aferrarse los testículos
para afirmar una fe.
(En Las condiciones de la época)
LA DISPERSIÓN
Sobre esta mesa he apoyado los brazos y la cabeza.
Piedad y desprecio por mi mundo. Los lugares comunes
de la materia que me rodea. Un lápiz, una caja
de fósforos, una taza de café, ceniza
de cigarrillos sobre un desorden de papeles.
Cuánta desesperanza de poesía sin porvenir.
Y de pronto la certeza de que morir es apartarse de la mesa,
la noción de que todo se perderá.
Cada cosa se ausentará de la otra,
los objetos de quienes soy el centro dejarán de amarse.
Yo mismo, agonía volcada, volumen apretado al planeta
me veré arrojado por la ventana,
pedazo a pedazo, a trozos que se odian
hacia la fría unidad de la noche.
(En Señales de una causa personal)
Joaquín Giannuzzi (1924-2004). Su vida alternó entre Buenos Aires (provincia natal) y Campo Quijano, Salta. Trabajó mucho tiempo como periodista y había incursionado en la crítica literaria. Escribió crónicas policiales de tinte literario, como también escribió poesía “policíaca” por la manera que en sus poemas se reportaba lo cotidiano. Ha publicado los poemarios Nuestros días mortales (1958), Contemporáneo del mundo (1962), Las condiciones de la época (1967), Señales de una causa personal (1977), Principios de Incertidumbre (1980), Violín Obligado (1984), Cabeza final (1991), Apuestas en los oscuro (2000) y Obra Poética (2000). Su poesía desnudaba con la palabra la realidad y los objetos cotidianos, lo que la crítica denominó “descriptivismo” u “objetivismo”. Sin embargo, fuera de todo intento de objetividad, el hombre de la consecución de los días desbordó la distancia de lo óntico; se dedicó a existir hacia lo que lo rodeaba…
El padre se levantó de la mesa y murió.
La madre arrojó los restos y los suyos a la basura.
El hijo mayor caminó hacia su propia música.
El menor devoró las uvas que abandonaron los otros.
La vida empezaba en todo momento, desde cualquier conclusión,
rabiando, empujando, sabiendo
que la posibilidad infinita de la muerte
tiene que estrellarse contra la suya.
Así ocurre que el alimento de la estadística
guarda el orden del fuego y el estiércol:
la familia termina de comer, se condena
pero no tolera el enjuiciamiento; se abulta
rompe el útero a dentelladas y razones,
crece, estalla por debajo y encima de las tumbas;
de manera que toda violación es una discordancia casual
y además basta con aferrarse los testículos
para afirmar una fe.
(En Las condiciones de la época)
LA DISPERSIÓN
Sobre esta mesa he apoyado los brazos y la cabeza.
Piedad y desprecio por mi mundo. Los lugares comunes
de la materia que me rodea. Un lápiz, una caja
de fósforos, una taza de café, ceniza
de cigarrillos sobre un desorden de papeles.
Cuánta desesperanza de poesía sin porvenir.
Y de pronto la certeza de que morir es apartarse de la mesa,
la noción de que todo se perderá.
Cada cosa se ausentará de la otra,
los objetos de quienes soy el centro dejarán de amarse.
Yo mismo, agonía volcada, volumen apretado al planeta
me veré arrojado por la ventana,
pedazo a pedazo, a trozos que se odian
hacia la fría unidad de la noche.
(En Señales de una causa personal)
Joaquín Giannuzzi (1924-2004). Su vida alternó entre Buenos Aires (provincia natal) y Campo Quijano, Salta. Trabajó mucho tiempo como periodista y había incursionado en la crítica literaria. Escribió crónicas policiales de tinte literario, como también escribió poesía “policíaca” por la manera que en sus poemas se reportaba lo cotidiano. Ha publicado los poemarios Nuestros días mortales (1958), Contemporáneo del mundo (1962), Las condiciones de la época (1967), Señales de una causa personal (1977), Principios de Incertidumbre (1980), Violín Obligado (1984), Cabeza final (1991), Apuestas en los oscuro (2000) y Obra Poética (2000). Su poesía desnudaba con la palabra la realidad y los objetos cotidianos, lo que la crítica denominó “descriptivismo” u “objetivismo”. Sin embargo, fuera de todo intento de objetividad, el hombre de la consecución de los días desbordó la distancia de lo óntico; se dedicó a existir hacia lo que lo rodeaba…
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