Revista N°7. Septiembre 2007
Selección: Daniela Casavilla
Ilustración: “Orfebres de la risa”, por Hermenegildo Sábat.
El Rey enamorado
(Fragmento del drama Enrique Sexto de William Shakesneamnes)
Escena séptima del cuadro tercero del acto primero
(El rey Enrique sexto ha rezado la novena en su cuarto. Después de unos segundos, atraviesa la quinta.)
REY: Ven juglar. Acerquémonos al balcón de María para darle una serenata.
María, María. Mírala: qué beya plebella. ¿Debo abdicar al trono por amor a ella? ¿Vale acaso más una fría corona que un solo reflejo de sol en los dorados cabellos de María Blessing? ¡Oh! ¡Oh dolientes espíritus! ¡Oh sempiternos gemidos! Acudid en mi ayuda, ¡decidme qué debo hacer en este momento aciago! Aciago algo.
Mira juglar, mira la calavera, ¿sabes a quién perteneció? ¿Lo sabes? ¿Lo reconoces? Es cierto, está un poco demacrado. En vida fue Jerry, el bufón. Su vida fue una fastuosa juerga, una interminable orgía. ¿Sabes porqué su descarnada boca permanece muda? Porque calavera no chilla.
¡Oh! ¡Oh gloriosos antepasados, ayudadme! Apiádate de mí tú, Godofredo, el mulo, príncipe normando célebre por el hallazgo de Adullhaman, en las cruzadas. (21 horizontal, nueve letras)
María ¡María! La corona ¡La corona! Pero qué importa una corona, si el resto de la dentadura está sana. El trono, la gloria vana, el oropel vacuo. Mira, mira, juglar. Mira la estatua que me inmortaliza sobre brioso corcel. Yo y mi vanidad. Ordené que gastaran los dineros del reino en una estatua ecuestre. Cuestre lo que cuestre. Mira, mira las figuras: ¡El rey! ¡El caballo! Sólo falta la sota.
Por los acantilados de Dover navega Eric, el Rojo, con la codicia en los ojos y una flor en el pullover.
María, María dime ¿por qué tanta ternura rodeada de tanta insidia, mezquindad y cuchicheo? Que el duque de Wascharnou y el marqués de Colliny se reunieron en Caleu para concertar una alianza. ¡Ja! Qué ingenuidad, asustar a un inglés con la alianza francesa. ¡Franceses a mí! Todavía recordarán aquél durísimo encuentro junto al Arco de Triunfo. ¡Qué memorable jornada! Chatternier, Pusché, Tipou, uno a otro fui eliminando a mis rivales y, ya solo frente al arco… ¡pero qué cobró!... Qué cobró tantas vidas, qué segó tantos sueños. El poder. El trono.
¿El trono o María? Al fin y al cabo, el trono lo quiero para posarme sobre él y satisfacer mis deseos. Los más sublimes, y los más perversos. En cambio a María la quiero para... ¡Caramba! qué coincidencia.
Les luthiers: Carlos López Puccio, Jorge Maronna, Marcos Mundstock, Carlos Núñez Cortés, Daniel Ravinovich y, hasta la década de los ’80, Ernesto Acher, que es quien representaba el monólogo aquí seleccionado. “El rey enamorado” pertenece al espectáculo Hacen muchas gracias de nada, estrenado en 1979. Llevan 40 años arriba de los escenarios, convirtiéndose en un verdadero hito de la cultura nacional. Son ampliamente reconocidos como geniales cómicos, destacados actores, músicos eminentes y luthiers desopilantes. Acá un reconocimiento a su calidad literaria, como letristas y dramaturgos, donde demuestran un maravilloso uso (y abuso) del lenguaje, en el que abundan los juegos de palabras, y un humor basado principalmente en la intertextualidad.
El Rey enamorado
(Fragmento del drama Enrique Sexto de William Shakesneamnes)
Escena séptima del cuadro tercero del acto primero
(El rey Enrique sexto ha rezado la novena en su cuarto. Después de unos segundos, atraviesa la quinta.)
REY: Ven juglar. Acerquémonos al balcón de María para darle una serenata.
María, María. Mírala: qué beya plebella. ¿Debo abdicar al trono por amor a ella? ¿Vale acaso más una fría corona que un solo reflejo de sol en los dorados cabellos de María Blessing? ¡Oh! ¡Oh dolientes espíritus! ¡Oh sempiternos gemidos! Acudid en mi ayuda, ¡decidme qué debo hacer en este momento aciago! Aciago algo.
Mira juglar, mira la calavera, ¿sabes a quién perteneció? ¿Lo sabes? ¿Lo reconoces? Es cierto, está un poco demacrado. En vida fue Jerry, el bufón. Su vida fue una fastuosa juerga, una interminable orgía. ¿Sabes porqué su descarnada boca permanece muda? Porque calavera no chilla.
¡Oh! ¡Oh gloriosos antepasados, ayudadme! Apiádate de mí tú, Godofredo, el mulo, príncipe normando célebre por el hallazgo de Adullhaman, en las cruzadas. (21 horizontal, nueve letras)
María ¡María! La corona ¡La corona! Pero qué importa una corona, si el resto de la dentadura está sana. El trono, la gloria vana, el oropel vacuo. Mira, mira, juglar. Mira la estatua que me inmortaliza sobre brioso corcel. Yo y mi vanidad. Ordené que gastaran los dineros del reino en una estatua ecuestre. Cuestre lo que cuestre. Mira, mira las figuras: ¡El rey! ¡El caballo! Sólo falta la sota.
Por los acantilados de Dover navega Eric, el Rojo, con la codicia en los ojos y una flor en el pullover.
María, María dime ¿por qué tanta ternura rodeada de tanta insidia, mezquindad y cuchicheo? Que el duque de Wascharnou y el marqués de Colliny se reunieron en Caleu para concertar una alianza. ¡Ja! Qué ingenuidad, asustar a un inglés con la alianza francesa. ¡Franceses a mí! Todavía recordarán aquél durísimo encuentro junto al Arco de Triunfo. ¡Qué memorable jornada! Chatternier, Pusché, Tipou, uno a otro fui eliminando a mis rivales y, ya solo frente al arco… ¡pero qué cobró!... Qué cobró tantas vidas, qué segó tantos sueños. El poder. El trono.
¿El trono o María? Al fin y al cabo, el trono lo quiero para posarme sobre él y satisfacer mis deseos. Los más sublimes, y los más perversos. En cambio a María la quiero para... ¡Caramba! qué coincidencia.
Les luthiers: Carlos López Puccio, Jorge Maronna, Marcos Mundstock, Carlos Núñez Cortés, Daniel Ravinovich y, hasta la década de los ’80, Ernesto Acher, que es quien representaba el monólogo aquí seleccionado. “El rey enamorado” pertenece al espectáculo Hacen muchas gracias de nada, estrenado en 1979. Llevan 40 años arriba de los escenarios, convirtiéndose en un verdadero hito de la cultura nacional. Son ampliamente reconocidos como geniales cómicos, destacados actores, músicos eminentes y luthiers desopilantes. Acá un reconocimiento a su calidad literaria, como letristas y dramaturgos, donde demuestran un maravilloso uso (y abuso) del lenguaje, en el que abundan los juegos de palabras, y un humor basado principalmente en la intertextualidad.
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