Revista N°8. Nov- Dic 2007
Por: Santos Vergara. (Orán-Salta)
Por costumbre ancestral, un niño aborigen no recibe su nombre desde su nacimiento, sino más tarde, cuando anda caminando y juega libremente. En ese andar emergen algunas características propias del carácter del niño, gestos que muchas veces tienen similitudes con algún animal o una planta conocida. Entonces surge el nombre, en la lengua de la etnia que corresponda, y que será único para toda la vida. Puede llevar el nombre de un animal o de una planta o de una característica física o psicológica del niño, incluso basado en un hecho accidental de su vida, siempre en lengua aborigen. Veamos algunos ejemplos en lengua wichí: Fillahén significa "que no se asusta de nadie". Eisejuaz que quiere decir "Este también", Nowaitsés que significa "arisco", Nohien que quiere decir "corto de lengua, que habla poco". Son citas de nombres reales, de informantes o personajes conocidos en nuestra región.
Pero la llegada del hombre blanco, las imposiciones de la "civilización", cambiaron las cosas. Se desconoce esa forma original de nombrar a los niños, en su propia lengua. Su anotación en el Registro Civil, el bautismo en la iglesia, la inscripción en la escuela, los trámites por el documento de identidad, incluso el registro como trabajador en los establecimientos agrícolas de la región, obligan a cambiar su nombre de raíz (aborigen) por otro que sea "cristiano" (español), que tenga apellido y todo. Ocurrió masivamente entre los aborígenes que vinieron a trabajar en los ingenios azucareros. Así actualmente los adultos poseen dos nombres: el obligatorio, del documento, y el personal, en lengua aborigen, que sigue vigente en el ámbito familiar. Por eso Eisejuaz se llama también Lisandro Vega y Nohlen es Víctor Navor Frías como figura en el documento.
En: Cuadernos del Trópico. Marzo de 2007. Orán (Salta). Publicación semestral.
Por costumbre ancestral, un niño aborigen no recibe su nombre desde su nacimiento, sino más tarde, cuando anda caminando y juega libremente. En ese andar emergen algunas características propias del carácter del niño, gestos que muchas veces tienen similitudes con algún animal o una planta conocida. Entonces surge el nombre, en la lengua de la etnia que corresponda, y que será único para toda la vida. Puede llevar el nombre de un animal o de una planta o de una característica física o psicológica del niño, incluso basado en un hecho accidental de su vida, siempre en lengua aborigen. Veamos algunos ejemplos en lengua wichí: Fillahén significa "que no se asusta de nadie". Eisejuaz que quiere decir "Este también", Nowaitsés que significa "arisco", Nohien que quiere decir "corto de lengua, que habla poco". Son citas de nombres reales, de informantes o personajes conocidos en nuestra región.
Pero la llegada del hombre blanco, las imposiciones de la "civilización", cambiaron las cosas. Se desconoce esa forma original de nombrar a los niños, en su propia lengua. Su anotación en el Registro Civil, el bautismo en la iglesia, la inscripción en la escuela, los trámites por el documento de identidad, incluso el registro como trabajador en los establecimientos agrícolas de la región, obligan a cambiar su nombre de raíz (aborigen) por otro que sea "cristiano" (español), que tenga apellido y todo. Ocurrió masivamente entre los aborígenes que vinieron a trabajar en los ingenios azucareros. Así actualmente los adultos poseen dos nombres: el obligatorio, del documento, y el personal, en lengua aborigen, que sigue vigente en el ámbito familiar. Por eso Eisejuaz se llama también Lisandro Vega y Nohlen es Víctor Navor Frías como figura en el documento.
En: Cuadernos del Trópico. Marzo de 2007. Orán (Salta). Publicación semestral.
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