Oveja Negra
Revista Universitaria
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martes, 8 de abril de 2008

¿Democracia = utopía?

Revista N°9. Abril 2008

Por: Amalia Montolfo
Estudiante de Derecho - Universidad Nacional de Tucumán
Imagen: Georg Groz

El constitucionalismo del siglo XVIII expandió y generalizo la elaboración de constituciones en los estados que no la tenían y también significo acomodar el sistema vigente a dichas leyes fundamentales.
Nuestro país a principios de siglo XIX estaba en plena lucha por la independencia y siguió con esta orientación en el primer documento histórico de trascendental importancia que nos erigía como Estado soberano: la Constitución de 1853.
El modelo seguido por los primeros constituyentes fue la Constitución vigente en Estados Unidos, transcribiendo casi literalmente sus principios y sistema estructural. Esta decisión -poco feliz para muchos- se baso en la convicción de que un país declarado independiente de la colonia británica cien años antes, era un buen ejemplo a seguir, sin contemplar los problemas que acarrearían las diferencias sustanciales entre ambos Estados.
El sistema democrático expandió sus bonanzas por el mundo liberal, considerándose la mejor forma de regir el conjunto de territorio, población y gobierno que forma el Estado. Cabe aquí hacer una aclaración: comprender la democracia como forma de Estado es darle la amplitud correcta, pues toma en consideración la totalidad de los elementos que lo componen, mientras la forma de gobierno determina tan solo la estructura de este ultimo.
La adopción de este sistema por nuestro país está expresado en el articulo 1 de la Constitución que reza:“La nación Argentina adopta para su gobierno la forma representativa, republicana y federal…” .
Que un gobierno adopte la forma republicana significa que el poder se funda en la voluntad del pueblo, “el pueblo es soberano”; además las funciones del poder se reparten entre varios órganos distintos, separados, equilibrados, que ejercen control recíproco: Poder Ejecutivo, Poder Legislativo y Poder Judicial; es el conocido “sistema de división de poderes”.
El gobierno republicano asume en nuestro país la forma representativa, esto significa que la democracia se ejerce en forma indirecta: la voluntad del pueblo se expresa mediante las decisiones adoptadas por los representantes que el mismo eligió.
La distribución del poder a lo largo del territorio entre un estado central y provincias con cierta autonomía, nos convierte en un Estado federal. A su vez, esta repartición de poder se manifiesta en órganos generales cuyas, decisiones son obligatorias para todo el país, por ejemplo las que adopta el Congreso de la Nación y órganos locales, que adoptan decisiones validas para una porción del territorio, como por ejemplo las Legislaturas Provinciales.
En su descripción literal los artículos de la Constitución declaran un sistema ideal, su finalidad es altruista pues preserva los mas altos valores del ser humano como individuo y como integrante de una sociedad en la que el principio rector es la libertad, de esta manera procura que cada hombre se sienta constructor de su propio futuro y de la sociedad en que vive. La libertad en la democracia implica de por sí una sociedad integrada y con una interdependencia y comunicación estrecha entre los hombres que garanticen un común universo de valores compartidos y un orden respetado por todos. Pero trasladar estos ideales a la realidad plantea tan serios problemas que no pocos autores afirman la inexistencia de la democracia como sistema. Un análisis completo del tema nos obliga a dejar de lado las discusiones teóricas para centrarnos en el hombre que vive la realidad de un país democrático y aquí tropezamos con sus más grandes falencias.
Sin entrar en análisis detallados de cada una de las instituciones creadas en pos de este sistema, podemos cuestionar, por ejemplo, si se respeta el principio fundamental de división de poderes. Encontramos un evidente desplazamiento fáctico de competencias a favor del Ejecutivo y la consiguiente declinación de los otros poderes. Algunos autores ven el origen de este fenómeno en la fuente de donde obtiene el poder quien encabeza el Ejecutivo: el Presidente de la Nación es elegido por voto directo de los ciudadanos, esto lo fortalece políticamente, convirtiéndolo en protagonista de las decisiones que se adoptan en el país. Así por ejemplo la última palabra en la elección de los jueces de la Corte Suprema, como de los tribunales inferiores, depende de éste Poder. Además, el Ejecutivo ejercita facultades legislativas mediante los llamados “decretos de necesidad y urgencia” utilizados sin reparos ni limites, excediendo en mucho los fines para los que fue creada esta herramienta constitucional.
Podemos encontrar múltiples ejemplos de cómo aplicar concretamente la democracia favoreció su deformación. Nos queda el aliciente de sabernos un país con tan solo veinticuatro años de democracia ininterrumpida, poco tiempo en relación con lo necesario para consolidar un régimen. Sin embargo en este periodo han habido avances significativos en la protección de derechos esenciales del hombre.
Las palabras no deben utilizarse para velar intenciones o cubrir realidades y los actos para violar o destruir, sino para establecer relaciones y crear nuevas realidades y aquí comienza nuestra tarea como ciudadanos, creando desde nuestro lugar una sociedad democrática, respetando los valores esenciales que impregnan este sistema: libertad, solidaridad y respeto.

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