Oveja Negra
Revista Universitaria
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martes, 8 de abril de 2008

UNSa y democracia. El caso de la cátedra paralela en la Facultad de Humanidades.

Revista N°9. Abril 2008

Por Cristina Inés Lera
En una entrevista realizada recientemente, Eric Hobsbawm afirma que en general se usa a la democracia para justificar las estructuras existentes de clase y poder. Es decir, ésta queda reducida a una participación ocasional en las elecciones, porque oficialmente uno no está autorizado a emprender otras acciones políticas que no sean las legítimas y pacíficas. El historiador menciona que la democracia no puede quedar reducida ni a las elecciones ni al debate, sino que lo que el pueblo hace debe influir en el gobierno de formas variadas. Entonces, si tomamos un sentido estricto de la palabra “democracia” (el gobierno del pueblo), los estudiantes y docentes (una buena parte del “pueblo” en la “democracia universitaria”) tendríamos que tener una cuota alta de participación en todas las decisiones políticas dentro de la UNSa. Pero como es habitual, la realidad nos indica que no siempre esto ocurre así.
Si les preguntamos a estudiantes y profesores que han tenido una permanencia de más de tres años en esta universidad, la respuesta común es el desencanto de pensar que “no hay democracia en la UNSa", o que ésta sólo existe en la teoría y no en la práctica real. Concretamente en el caso estudiantil, sabemos que la representatividad está planteada en la existencia de los centros de estudiantes y en la participación en órganos de gobierno como el Consejo Superior y los Consejos Directivos. Sin embargo, esto es insuficiente si es que desde esos lugares de decisión y opinión no se determinan las acciones políticas en beneficio del grupo que representan (sus compañeros- estudiantes), ya sea por intereses partidarios, alianza con determinados docentes o por relaciones sociales con un sector político universitario.
Como explica Hobsbawm, la importancia de movimientos es trascendente siempre que el gobierno tome en cuenta la opinión del pueblo. Y en la historia de la carrera de Letras el surgimiento de la Cátedra paralela de Didáctica de la Lengua y la Literatura se debió justamente a la existencia de un movimiento de 19 estudiantes autoconvocados del Plan 2.000, quienes (luego de cuatro años en los que se intentó llegar a una solución mediante diálogos con las docentes, la Escuela de Letras, en las asambleas estudiantiles, etc.) sistematizamos en una nota formal presentada al Consejo Directivo de la Facultad de Humanidades el 15 de noviembre de 2.005, los problemas de distintos órdenes que comenzaron a evidenciarse a partir de 2.002 (cabe aclarar que el plan 2.000 había transformado radicalmente ese espacio curricular y no habían consensos organizativos, académicos y administrativos sobre cómo había que interpretar tales innovaciones). Los argumentos más importantes que justificaban el pedido no referían a cuestiones subjetivas ni personales, e involucraban no sólo a la cátedra, sino también a todos los órganos de gobierno y administración de la facultad. Nos hallábamos, pues, frente a una realidad tal en la que no se terminaba de definir el carácter modular de la cátedra (número de módulos, duración de los mismos, condiciones de aprobación de esos módulos y de la materia completa) ni siquiera el programa académico de la materia, entre otras cuestiones. Por otra parte, alumnos con excelencia académica en el resto de las cátedras, continuaban en la misma materia sin poder finalizarla luego cursarla cinco años. Es decir: los estudiantes reclamábamos básicamente que nuestros logros académicos sean reflejados en una situación administrativa curricular de forma regular. Los datos estadísticos que se mencionaban en la nota y todas las argumentaciones fueron comprobados en un informe de Departamento de Alumnos de Humanidades.
En definitiva, la decisión política de la implementación de esa cátedra paralela tuvo la función de remediar un gran conflicto (no sólo para los alumnos) en otra cátedra que funcionara con la misma regularidad que las demás de la carrera. Los estudiantes luchamos a pesar de los temores de futuras represalias que genera el hecho de seguir siendo alguien que es aprobado o desaprobado por los docentes, y frente a los que siguen creyendo que buscábamos “algo más fácil”. Nunca buscamos eso, sino una cátedra con un funcionamiento académico- administrativo normal y legal. Así, logramos influir en la decisión del gobierno universitario. Por otra parte, y por otros motivos, el Consejo Directivo aprobó la cátedra paralela también para el plan 1.992. Ahora bien, la vigencia de esa nueva cátedra estuvo pensada desde el comienzo sólo para la solución de los conflictos de los estudiantes que la solicitamos, quienes estábamos en los últimos módulos de la materia en cuestión del plan 2.000, y esa es una de las razones por la que su vigencia está cuestionada actualmente (pero ello debiera discutirse en otra ocasión).
La implementación de la cátedra paralela en Didáctica de la Lengua y la Literatura significó y re- significa en nuestra historia universitaria un escenario complejo y controvertido. Sin embrago cambió la historia de la carrera de Letras y de la Facultad de Humanidades, gracias a la participación política comprometida de los estudiantes decididos a intervenir con firmeza, y responsabilidad en un sistema planteado como “democracia universitaria”.

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