Revista N°5. Mayo - Junio 2007
Por: Liliana Zerpa
Fotos: Violeta Gil
Durante febrero, marzo y abril de este año, los docentes salteños denominados “Autoconvocados” llevamos adelante nuestra lucha acompañados por los gremios de los docentes de las escuelas técnicas (AMET) y de los docentes privados (SADOP). Entre todos, sumamos un 80% de docentes en paro y no un 30%, como informaban algunas emisoras radiales simpatizantes con el gobierno de la provincia y el gobierno mismo, según opiniones expresadas por su Ministro de Educación.
Fueron 48 días de lucha caracterizada, a diferencia del año 2005, por acciones más organizadas, certeras y amparadas en las constituciones Nacional y Provincial. Todo ello, en pos de resguardar a los colegas ubicados en la recova del Cabildo en huelga de hambre de las posibles acciones violentas que, en nombre del resguardo de la “buena imagen” de la zona céntrica y de la “seguridad de la ciudadanía”, podrían llevar a cabo efectivos policiales respondiendo a órdenes de sus superiores y del Ministro de Seguridad de la provincia. Los docentes no hemos olvidado aún lo ocurrido en la noche del 1º de Abril del 2005. No hemos olvidado cómo fuimos reprimidos injustamente por la infantería que, a golpes de palos y con balas de goma, despejó la plaza entonces ocupada por una buena cantidad de docentes y familiares. Esperábamos una respuesta del gobierno a nuestros pedidos de recomposición salarial.
Esta vez no iban a “atropellarnos” como aquella vez. Nos “envolvimos de hierro para endurecer la piel”, para resistir la chicana psicológica que el gobierno ejerció sobre cada docente en particular y sobre la docencia en general al punto de amenazar con reemplazar a los titulares en huelga.
Nuestros legisladores, que deben su cargo y tarea a los votos de los ciudadanos, se declararon imposibilitados de dar soluciones. Nuestra lucha puso de manifiesto que, en realidad, ellos están para apoyar las medidas del poder ejecutivo y no para tomar en consideración las necesidades de los trabajadores. Hubo colegas que, aquella noche del 4 de abril fueron capaces de pedir cuentas cara a cara de la decisión votada por los legisladores. Especialmente de algunos que, temerosos ante la presencia de un pequeño grupo de mujeres que esperaban afuera, pidieron el apoyo de la infantería para poder abandonar la Legislatura.
No es propio del docente sembrar violencia, pero las acciones de las instituciones que deberían haber arbitrado los medios para resolver el conflicto dejaban mucho que desear. No vislumbraban un horizonte positivo sino que nos hundían cada vez más en la desesperanza y nos querían callar de uno u otro modo. Era necesario despertar la conciencia de los otros colegas titulares y (temerosos) suplentes e interinos que se encontraban del otro lado trabajando, tratando de mantenerse indiferentes.
Luchábamos, luchamos y lucharemos para que nuestros niños y jóvenes de capital y del interior realmente tengan una educación digna: con edificios reparados, con escuelas ranchos totalmente erradicadas, con contenidos y procedimientos bien afianzados. Por acreditaciones que representen el verdadero esfuerzo por aprender y no un número estadístico que le saque brillo a la “buena administración” ejercida por el gobierno de turno que promueve la política educativa del menor esfuerzo. Por la aplicación de leyes educativas que respondan a nuestra realidad argentina y latinoamericana.
Nosotros, docentes formados en épocas en las que nos enseñaron a callar y a olvidar los hechos dolorosos de nuestra historia, aprendimos en las últimas luchas que es necesario participar activamente, arriesgar el pellejo y hasta la propia salud (como nuestros colegas que decididamente realizaron huelga de hambre y quienes llegaron del interior y estuvieron mucho tiempo lejos de sus familias y de sus hijos) si queremos lograr cambios en esta sociedad salteña. Una sociedad que aún no termina de despertarse de un pasado dictatorial impregnado en el pensamiento de nuestros gobernantes y representantes.
Poco a poco crecemos en la participación, aunque a veces nos toque ser el objetivo de una misteriosa investigación policial (espionaje) capaz de buscar, en nombre de la tan mentada “seguridad”, los puntos débiles de dirigentes activos de la lucha docente. Aunque también a veces nos toque ser vapuleados e incomprendidos por nuestros mismos colegas y nuestra sociedad.
Vamos aprendiendo, como aprenden nuestros niños y jóvenes. Adentrándonos, nos tomamos el tiempo necesario para evaluar los logros, para superar los sinsabores. Pareceremos dormidos pero la memoria se mantendrá activa, no nos callarán, resistiremos. Porque “LA DOCENCIA LEVANTA SU BANDERA...” para defender la enseñanza popular y porque estamos convencidos que el “DOCENTE EN LUCHA TAMBIÉN ESTÁ EDUCANDO”.
Durante febrero, marzo y abril de este año, los docentes salteños denominados “Autoconvocados” llevamos adelante nuestra lucha acompañados por los gremios de los docentes de las escuelas técnicas (AMET) y de los docentes privados (SADOP). Entre todos, sumamos un 80% de docentes en paro y no un 30%, como informaban algunas emisoras radiales simpatizantes con el gobierno de la provincia y el gobierno mismo, según opiniones expresadas por su Ministro de Educación.
Fueron 48 días de lucha caracterizada, a diferencia del año 2005, por acciones más organizadas, certeras y amparadas en las constituciones Nacional y Provincial. Todo ello, en pos de resguardar a los colegas ubicados en la recova del Cabildo en huelga de hambre de las posibles acciones violentas que, en nombre del resguardo de la “buena imagen” de la zona céntrica y de la “seguridad de la ciudadanía”, podrían llevar a cabo efectivos policiales respondiendo a órdenes de sus superiores y del Ministro de Seguridad de la provincia. Los docentes no hemos olvidado aún lo ocurrido en la noche del 1º de Abril del 2005. No hemos olvidado cómo fuimos reprimidos injustamente por la infantería que, a golpes de palos y con balas de goma, despejó la plaza entonces ocupada por una buena cantidad de docentes y familiares. Esperábamos una respuesta del gobierno a nuestros pedidos de recomposición salarial.
Esta vez no iban a “atropellarnos” como aquella vez. Nos “envolvimos de hierro para endurecer la piel”, para resistir la chicana psicológica que el gobierno ejerció sobre cada docente en particular y sobre la docencia en general al punto de amenazar con reemplazar a los titulares en huelga.
Nuestros legisladores, que deben su cargo y tarea a los votos de los ciudadanos, se declararon imposibilitados de dar soluciones. Nuestra lucha puso de manifiesto que, en realidad, ellos están para apoyar las medidas del poder ejecutivo y no para tomar en consideración las necesidades de los trabajadores. Hubo colegas que, aquella noche del 4 de abril fueron capaces de pedir cuentas cara a cara de la decisión votada por los legisladores. Especialmente de algunos que, temerosos ante la presencia de un pequeño grupo de mujeres que esperaban afuera, pidieron el apoyo de la infantería para poder abandonar la Legislatura.
No es propio del docente sembrar violencia, pero las acciones de las instituciones que deberían haber arbitrado los medios para resolver el conflicto dejaban mucho que desear. No vislumbraban un horizonte positivo sino que nos hundían cada vez más en la desesperanza y nos querían callar de uno u otro modo. Era necesario despertar la conciencia de los otros colegas titulares y (temerosos) suplentes e interinos que se encontraban del otro lado trabajando, tratando de mantenerse indiferentes.
Luchábamos, luchamos y lucharemos para que nuestros niños y jóvenes de capital y del interior realmente tengan una educación digna: con edificios reparados, con escuelas ranchos totalmente erradicadas, con contenidos y procedimientos bien afianzados. Por acreditaciones que representen el verdadero esfuerzo por aprender y no un número estadístico que le saque brillo a la “buena administración” ejercida por el gobierno de turno que promueve la política educativa del menor esfuerzo. Por la aplicación de leyes educativas que respondan a nuestra realidad argentina y latinoamericana.
Nosotros, docentes formados en épocas en las que nos enseñaron a callar y a olvidar los hechos dolorosos de nuestra historia, aprendimos en las últimas luchas que es necesario participar activamente, arriesgar el pellejo y hasta la propia salud (como nuestros colegas que decididamente realizaron huelga de hambre y quienes llegaron del interior y estuvieron mucho tiempo lejos de sus familias y de sus hijos) si queremos lograr cambios en esta sociedad salteña. Una sociedad que aún no termina de despertarse de un pasado dictatorial impregnado en el pensamiento de nuestros gobernantes y representantes.
Poco a poco crecemos en la participación, aunque a veces nos toque ser el objetivo de una misteriosa investigación policial (espionaje) capaz de buscar, en nombre de la tan mentada “seguridad”, los puntos débiles de dirigentes activos de la lucha docente. Aunque también a veces nos toque ser vapuleados e incomprendidos por nuestros mismos colegas y nuestra sociedad.
Vamos aprendiendo, como aprenden nuestros niños y jóvenes. Adentrándonos, nos tomamos el tiempo necesario para evaluar los logros, para superar los sinsabores. Pareceremos dormidos pero la memoria se mantendrá activa, no nos callarán, resistiremos. Porque “LA DOCENCIA LEVANTA SU BANDERA...” para defender la enseñanza popular y porque estamos convencidos que el “DOCENTE EN LUCHA TAMBIÉN ESTÁ EDUCANDO”.
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