Revista N°5. Mayo - Junio 2007
Por: Gabriela Salguero
Cada año, la Universidad Nacional de Salta abre las puertas a miles de estudiantes ingresantes. Pocos de ellos saben que el sistema no cuenta con las herramientas necesarias para retenerlos. Desde una mirada objetiva, esos estudiantes deberían tener la formación suficiente para abordar exitosamente los estudios superiores, pues así lo avala la aprobación del nivel medio (requisito de ingreso), a excepción de los A. M. 25. Sin embargo, sabemos que no es así. Asimismo, la misma sociedad asume y fomenta esta anomalía sin demasiados prejuicios, asumiendo inconsciente o conscientemente que sólo algunos acceden a los estudios universitarios, los más privilegiados, cuando, en realidad, la educación pública y gratuita, aquí y en todo el territorio argentino, es un derecho.
Ante esta realidad, surge como un curso optativo para los ingresantes, impulsado por Secretaría Académica, el CILEU (Ciclo de Introducción a los Estudios Universitarios), implementado a principio de los años 2006 y 2007. Los objetivos generales de este organismo abordan una de las problemáticas más recurrentes y conflictivas: la poca ambientación e identificación del estudiante con el contexto universitario, desconocimiento que muchas veces ocasiona el no sentimiento de pertenencia.
El CILEU le propone al alumno orientarlo e introducirlo en las actividades propias del estudiante universitario, propiciándole un espacio de identificación y apropiación de herramientas (útiles para la adquisición de los conocimientos), forjando, así, un estudiante crítico, participativo, reflexivo, ético y capaz de generarse profesionalmente. Estos ambiciosos objetivos ideales y prototípicos, abordan, sin lugar a dudas, una realidad que la universidad hace tiempo observa: la creciente deserción estudiantil, en relación al número de ingresantes, lo cual exigió la urgente implementación de medidas de retención.
Ahora, lo interesante es analizar cuán adecuada y realista es la propuesta de este proyecto. Para que sea posible una coherente articulación entre el nivel medio y el superior, la ambientación propuesta debería estar a cargo de un equipo especializado, que pueda trabajar con anticipación los ejes programados. Ese trabajo requería meses de formación y preparación, además del trabajo en conjunto con el nivel medio (polimodal) y las cátedras de primer año de la universidad.
El mismo equipo que trabajó durante el año 2007, durante las Jornadas de Debate, programadas por el CILEU y realizadas los días 04 y 05 de Mayo, en Salta Capital (sede central), expresó la necesidad de generar un proyecto que puntualice la realidad de los ingresantes, pero con el apoyo y la participación de las facultades, pues ellas deberían dar continuidad al proyecto. De lo contrario, sería en vano el esfuerzo.
Otra cuestión, la cual resulta paradójica en la era de la comunicación, es el poco diálogo entre los diferentes niveles educativos y, ni qué decir, entre el gobierno y la universidad pública. Prueba de ello es el bajo salario de los docentes (en comparación a otros países), la no equitativa inversión en educación y el poco reconocimiento, a escala social, de lo profesionales universitarios. Ante esta realidad, es coherente plantearse la inversión que requiere un curso de ambientación universitario y las posibilidades reales que tiene la universidad para llevarlo a cabo exitosamente.
También entraron en debate, durante las jornadas, la obligatoriedad o no del curso de ambientación; el carácter eliminatorio, la acreditación de puntos a favor del alumno asistente o la no acreditación ; la evaluación del curso o la implementación de otra formas de evaluación; los cupos limitados de las carreras más elegidas en relación al ingreso irrestricto., etc. La realidad es que muchos ingresantes se sintieron expulsados por el nivel de exigencia del Área de Competencias Específicas de algunas facultades, mientras otros, por su carácter no obligatorio, decidieron no concurrir, pues lo consideraron no relevante. Los resultados estarán a la vista a fin de cuatrimestre, cuando surjan los primeros porcentajes de deserción, entre los cuales se monitorearán a los alumnos que participaron del CILEU.
Por último, queda en nosotros (estudiantes, docentes, directivos, etc.) analizar si la propuesta del CILEU pretende abordar la problemática de la deserción, con un proyecto acorde a las circunstancias o solo procura acrecentar la brecha entre el nivel medio y el superior, desprestigiando aún más a la institución. El debate está abierto, depende del nivel de compromiso de los alumnos, docentes, y demás actores sociales exigir las mismas oportunidades para todos. Hasta aquí, la carencia de una postura política que apueste al crecimiento integral del país, más allá de los proyectos mal implementados y jamás concluidos (sectoriales, por cierto) han descuidado la educación, en todos sus niveles. Solo una sociedad madura, consciente del privilegio de tener una universidad pública y gratuita, no debe permitir ni dejar de reclamar una UNSa protagonista en su medio.
Cada año, la Universidad Nacional de Salta abre las puertas a miles de estudiantes ingresantes. Pocos de ellos saben que el sistema no cuenta con las herramientas necesarias para retenerlos. Desde una mirada objetiva, esos estudiantes deberían tener la formación suficiente para abordar exitosamente los estudios superiores, pues así lo avala la aprobación del nivel medio (requisito de ingreso), a excepción de los A. M. 25. Sin embargo, sabemos que no es así. Asimismo, la misma sociedad asume y fomenta esta anomalía sin demasiados prejuicios, asumiendo inconsciente o conscientemente que sólo algunos acceden a los estudios universitarios, los más privilegiados, cuando, en realidad, la educación pública y gratuita, aquí y en todo el territorio argentino, es un derecho.
Ante esta realidad, surge como un curso optativo para los ingresantes, impulsado por Secretaría Académica, el CILEU (Ciclo de Introducción a los Estudios Universitarios), implementado a principio de los años 2006 y 2007. Los objetivos generales de este organismo abordan una de las problemáticas más recurrentes y conflictivas: la poca ambientación e identificación del estudiante con el contexto universitario, desconocimiento que muchas veces ocasiona el no sentimiento de pertenencia.
El CILEU le propone al alumno orientarlo e introducirlo en las actividades propias del estudiante universitario, propiciándole un espacio de identificación y apropiación de herramientas (útiles para la adquisición de los conocimientos), forjando, así, un estudiante crítico, participativo, reflexivo, ético y capaz de generarse profesionalmente. Estos ambiciosos objetivos ideales y prototípicos, abordan, sin lugar a dudas, una realidad que la universidad hace tiempo observa: la creciente deserción estudiantil, en relación al número de ingresantes, lo cual exigió la urgente implementación de medidas de retención.
Ahora, lo interesante es analizar cuán adecuada y realista es la propuesta de este proyecto. Para que sea posible una coherente articulación entre el nivel medio y el superior, la ambientación propuesta debería estar a cargo de un equipo especializado, que pueda trabajar con anticipación los ejes programados. Ese trabajo requería meses de formación y preparación, además del trabajo en conjunto con el nivel medio (polimodal) y las cátedras de primer año de la universidad.
El mismo equipo que trabajó durante el año 2007, durante las Jornadas de Debate, programadas por el CILEU y realizadas los días 04 y 05 de Mayo, en Salta Capital (sede central), expresó la necesidad de generar un proyecto que puntualice la realidad de los ingresantes, pero con el apoyo y la participación de las facultades, pues ellas deberían dar continuidad al proyecto. De lo contrario, sería en vano el esfuerzo.
Otra cuestión, la cual resulta paradójica en la era de la comunicación, es el poco diálogo entre los diferentes niveles educativos y, ni qué decir, entre el gobierno y la universidad pública. Prueba de ello es el bajo salario de los docentes (en comparación a otros países), la no equitativa inversión en educación y el poco reconocimiento, a escala social, de lo profesionales universitarios. Ante esta realidad, es coherente plantearse la inversión que requiere un curso de ambientación universitario y las posibilidades reales que tiene la universidad para llevarlo a cabo exitosamente.
También entraron en debate, durante las jornadas, la obligatoriedad o no del curso de ambientación; el carácter eliminatorio, la acreditación de puntos a favor del alumno asistente o la no acreditación ; la evaluación del curso o la implementación de otra formas de evaluación; los cupos limitados de las carreras más elegidas en relación al ingreso irrestricto., etc. La realidad es que muchos ingresantes se sintieron expulsados por el nivel de exigencia del Área de Competencias Específicas de algunas facultades, mientras otros, por su carácter no obligatorio, decidieron no concurrir, pues lo consideraron no relevante. Los resultados estarán a la vista a fin de cuatrimestre, cuando surjan los primeros porcentajes de deserción, entre los cuales se monitorearán a los alumnos que participaron del CILEU.
Por último, queda en nosotros (estudiantes, docentes, directivos, etc.) analizar si la propuesta del CILEU pretende abordar la problemática de la deserción, con un proyecto acorde a las circunstancias o solo procura acrecentar la brecha entre el nivel medio y el superior, desprestigiando aún más a la institución. El debate está abierto, depende del nivel de compromiso de los alumnos, docentes, y demás actores sociales exigir las mismas oportunidades para todos. Hasta aquí, la carencia de una postura política que apueste al crecimiento integral del país, más allá de los proyectos mal implementados y jamás concluidos (sectoriales, por cierto) han descuidado la educación, en todos sus niveles. Solo una sociedad madura, consciente del privilegio de tener una universidad pública y gratuita, no debe permitir ni dejar de reclamar una UNSa protagonista en su medio.
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