Revista N°8. Nov- Dic 2007
Por: Roberto Acebo
* Hubo, no hace mucho tiempo, un intento por llamar a las cosas por su nombre. Estoy hablando de antes y luego de diciembre de 2001. Desocupación, inflación, abandono, desnutrición, confiscación, piquetes, represión, corrupción, muerte formaban parte de este glosario llamado “que se vayan todos”. Acuñado por los sectores cacerolescos y mediáticos. La indignación tuvo muchas palabras. Y palabritas.
* Una escuela primaria en Tartagal, dentro de un barrio que está poblado en su mayoría por el pueblo Tapiete (pueblo originario del Chaco), se llama “Conquista del desierto”. Aquí en Salta, para no irnos tan lejos, está la escuela Julio A. Roca, uno de los impulsores de esa “conquista”. Los nombres dicen cosas y a veces no son tan inexactos. De hecho, hay una precisión terminológica que asusta si uno intenta leerlos fuera de la normalización que el uso les va dando. Se está haciendo del norte un desierto, no sólo se está terminando de eliminar a los “indios”, sino que se están desertificando tierras.
* Secretaría de Medio Ambiente. Cualquier desprevenido ve este pomposo nombre y piensa “que bueno, hay una secretaría que cuida el medio ambiente.” Y no. Y sí, es precisa la denominación: esta secretaría administra el “medio ambiente” (“algo” que en otros tiempos era la naturaleza, el ecosistema, etc., etc.). Y la administración parece ser eficiente. Se están realizando muy buenos negocios.
* Violencia/ escritura. El acto de nombrar del europeo en este lugar “descubierto”, el de imponer nombres y posesiones a través de la escritura administrativa, diplomática y judicial es, transcurridos 515 años, un hecho practicado habitualmente. Estamos en una cultura letrada, legal, que deja de lado al hombre en situación.
* El palo santo, las momias del Llullaillaco. Turismo étnico. Palabras. Y también, los impactos en nuestras vidas de estos productos de consumo. (David Viñas suele ser asertivo en sus escritos y muchas veces cuesta entenderlo. Dice lo que piensa. Y lo que piensa suele no coincidir con la voz de otros que también dicen sobre estos tiempos y que sí entendemos de una. Son claritos y fáciles. No incomodan. Hábitos lectores.) ¿Qué es el palo santo? Un árbol. Con su madera algunos pueblos del Chaco -los Wichi, entre ellos- hacen artesanías y las venden e intentan sobrevivir. Ahora se exporta. A China. También. Y ya no queda. Mucho. ¿Y las momias? Son cuerpos de chicos kollas. Se exhiben frente a la plaza. El nombre de momias quiere emparentarlas con las de Egipto. Y hacerlas ingresar en el mercado. Hay un museo para “ellas”. Para el turismo. En la Plaza. Remozada.
* Jallalla al pueblo Kolla, reza un afiche. En él se ve entre los cerros a kollas llevando una pancarta: “Ante el estado represor, el pueblo Kolla de la provincia de Salta ejerce su derecho. ¡¡¡Entrega de las tierras en propiedad comunitaria!!!”. Dicen. Una cultura muy viva. Aún.
* Hay mucho por decir, todavía, desde nuestros lugares a propósito de lo que nos pasa. Necesitamos palabras. Propias. Y actos. La lengua no es ajena a la vida, a lo cotidiano. No está por encima de nosotros. ¿Podremos nombrar nuestras condiciones materiales de existencia? ¿Podremos decirnos alguna vez?
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