Oveja Negra
Revista Universitaria
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lunes, 3 de noviembre de 2008

El niño viene al mundo antes de nacer



por María Marcela Álvarez Chamale - Licenciada en Psicología.

Quiénes somos, qué deseamos, nuestros sueños, los ideales que nos proponemos alcanzar, son parte de una construcción subjetiva iniciada desde pequeños.
La niñez es una etapa de la vida en la que todo está por darse: el crecimiento, la identidad, la socialización. Todo pareciera empezar justo ahí, sin embargo, el niño viene al mundo antes de nacer.
Los padres ya han nombrado de algún modo al niño. Tienen expectativas, creencias, sentimientos, ideas, que giran en torno suyo y que le darán alojamiento y, a la vez, sujeción. De ahí que el camino por recorrer será lidiar con este contexto y de algún modo encontrar la vía del propio deseo.
Este conjunto de sentimientos, expectativas, es decir, el deseo del otro, está atravesado por la época y la cultura.
La forma de concebir al niño y los lazos que se estructuran en la familia, fueron cambiando en el tiempo.
La historia nos muestra que recién a principios del siglo XVII la infancia empieza a ser objeto de atención. La familia, aunque diferente de la medieval, no tenía la función afectiva que adquirirá en el siglo siguiente.
El advenimiento del cristianismo de alguna manera influyó en el modo de tratar a los niños al suponer que tenían alma. Esto hizo disminuir la incidencia del infanticidio, fenómeno hasta entonces frecuente, pero a su vez dió lugar al abandono; es decir, los padres entregaban al niño a una nodriza o un ama de cría.
Con la llegada de la escolarización, que se inicia entre los siglos XV y XVI, se comienza a definir de qué se trata un niño, pero no cómo se trata a un niño.
De algún modo la escuela se instala como un espacio que promueve ideales, lo que se debe hacer y lo que se debe cumplir. Los adultos se dirigen al niño desde este lugar, es decir, desde la norma, y es allí donde se va constituyendo el niño; y muchas veces, cuando éste no es lo esperado, desesperadamente se busca que responda a los ideales social y culturalmente aceptados.
Las preguntas que surgen son: ¿de qué modo la época y la cultura actual influyen en la subjetividad del ser humano? ¿qué esperamos hoy del niño? ¿cómo lo nombramos? ¿qué cosas decimos y qué cosas no decimos?
Actualmente desde muy pequeños los niños reciben estímulos que los ponen en contacto con mundos desconocidos donde la imagen se pone por encima de la palabra. Los medios de comunicación promueven el sistema neoliberal propio de la cultura occidental y contribuyen a situar al consumo como norma de vida.
Por otra parte, encontramos que los padres tienen dudas y dificultades para criar a sus hijos; existe tanto miedo a equivocarse que se deja de educar. Esto, en algunos casos, se resuelve delegando la tarea a otras organizaciones como la escuela, el estado, etc.; o bien ciencias como la medicina aparecen dando respuestas generales a cuestiones particulares; en un intento utópico de regular de algún modo las conductas, con el fin de que sean más controlables.
Tan común se ha vuelto esto, que hasta los niños asumen que, ante cualquier conflicto la Ley (no la establecida por el padre, sino la ley del Estado) regulará los comportamientos. Y el Estado, responde, interviniendo en la familia. De este modo, un ámbito que en algún momento de la historia fue privado hoy es una cuestión aparentemente pública; un ámbito en el que regía la norma generada por el padre (función paterna), hoy sufre el declive de dicha función.
Frente a este modelo de globalización homogeneizador, donde el “para todos” genera diferentes tipos de exclusión, es necesario dar lugar a la particularidad a fin de que el sujeto ubique su propio deseo.
De ahí que es importante reconocer que de acuerdo al concepto que los adultos tengan del niño, así será soportado, esperado y alojado en la familia.
Finalmente, para el psicoanálisis hay un sólo sujeto, que es el sujeto del inconsciente. Desde esta perspectiva un niño puede llevar o no, antes de nacer, un nombre y otros emblemas de los padres. Ocupar o no un lugar en el deseo del otro. Pero lo que sí se puede afirmar es que esto dejará huella en el niño, quien irá constituyendo su subjetividad en los intentos de relación con el Otro.

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