Oveja Negra
Revista Universitaria
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lunes, 3 de noviembre de 2008

Para hablar de literatura infantil




Por Julieta Choke.


Antes que nada, este es un ensayo que quiere recordar la figura de Oscar Montenegro (1951-2003). Nosotras, las ovejas, pertenecimos a la última generación de estudiantes que lo tuvo por profesor y lo recordamos desde sus reflexiones literarias y desde su calidez como persona.
Ni ñoñas, ni sosas, ni insípidas fueron las palabras de Oscar quien fuera escritor y profesor de la cátedra de Literatura Infantil y Juvenil (UNSa). Su trabajo de investigación en la materia abordó puntos concretos de la problemática literaria: ¿es la literatura infantil un género menor?, ¿qué lugar ocupa en el canon literario?, ¿la literatura infantil posee un lenguaje / discurso unívoco por cuanto es literatura escrita por adultos para los niños?, ¿qué concepción histórica de infancia subyace en ella?.
Éste último planteamiento le llevó a comprender y, consecuentemente, a renegar del discurso “aniñado” tan frecuente un tiempo atrás cuando se pensaba la literatura en función de lectores infantes = lectores inexpertos = lectores ingenuos. Por esto Oscar decía: “hoy se piensa más en los chicos de carne y hueso, que viven este mundo en toda su complejidad y no en un sujeto idealizado y acorralado al margen de los adultos”.
Oscar decía también: “El abordaje de la literatura infantil ha sido influenciado desde sus comienzos (…) por aspectos aleatorios y utilitaristas”. Claro, la tendencia hasta los ’90 en cuanto a teoría y crítica literaria ubicaba en un subestrato a la literatura “infantil” dentro del sistema literario. De hecho, en las currículas universitarias de Letras en el país se discute aún el espacio obligatorio de una cátedra de Literatura infantil y juvenil, espacio que en nuestra universidad sí se pudo ganar en gran parte gracias a la tarea investigativa de Oscar.
La mirada utilitarista con la que se medía a la literatura infantil visualizaba a este tipo de producción fundamentalmente como guía moral, psicológica y pedagógica, suerte de ángel de la guarda durante el crecimiento y desarrollo de los niños.
Bajo estos preceptos, hubo mucho material que quedó fuera de los límites de preferencia. Era literatura en la que el discurso exploraba lo artístico para poder expresar la complejidad de la infancia y su pensamiento: hablar de la niñez con sus alegrías y tristezas, con su inocencia y su madurez si de hablar de amor y muerte se trata.
Alicia en el país de las maravillas fue catalogada por mucho tiempo como literatura para “grandes”, al igual que “El príncipe feliz” de Oscar Wilde. Acá, en Argentina, “Un elefante ocupa mucho espacio” de Elsa Bornemann directamente salió de todo tipo de catálogo literario del momento porque la Dictadura sospechaba que hasta a los grandes les iba a hacer patinar el coco… éste fue otro avatar que la literatura infantil tuvo que enfrentar: el de la censura. Tantas piedras en el camino no han logrado otra cosa más que fortalecer esta producción artística en su especificidad.
Oscar decía además que “la literatura infantil (…) convierte en materia expresiva y estilística la particular visión que los niños tienen de la realidad y de la multifacética fantasía que construyen desde su riqueza imaginativa” ¿Y cómo es que un escritor adulto puede escribir para niños? No se me ocurre en este momento más que una sola frase: El arte es un retorno a la infancia.

Nota: Lo que Oscar dijo está escrito en su artículo “Avatares de la literatura infantil y de su crítica”, publicado el 5 de mayo de 2002 en la Agenda Cultural de El Tribuno.

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